4 de febrero de 2014

Es lo malo de los libros 12



1.
Mi amiga E vivía en Puerto Escondido, ubicado en el enigmático estado de Oaxaca: fue durante muchos años mi cómplice de interminables parrandas, constantes lecturas de los más variados escritores y motivo de un sinfín de anécdotas en el medio artístico, la pintura, la literatura y la música…

En eso de los libros teníamos un pacto: ella me conseguía libros usados que los turistas desechaban cuando llegaba el momento de retornar a sus países de origen, vendiéndomelos a bajo precio… a cambio yo le llevaba varios textos en calidad de préstamo con la condición de que debía leerlos durante el tiempo que yo estuviera en su casa, pues llegado el momento de mi retorno estos viajaban conmigo de nuevo…

Por aquellos años yo escribía exageradamente, leía bastante, daba conferencias por todo el país y escuchaba mucho reggae: las reuniones en mi casa eran largas sesiones de música jamaiquina a ritmo de Bob Marley, Black Huru, Chalice, Third World y UB40 hasta el amanecer… al mismo tiempo estaba enganchado al world beat, por lo que también figuraban en mi discoteca African Head Charge, Toure Kunda, Alpha Blondy y los obligados Peter Gabriel y Paul Simon…

Obviamente en mis visitas a Oaxaca el soundtrack permanente eran esos géneros musicales, mientras cerveza en mano, pasaba largas horas frente al mar leyendo, escribiendo o simplemente dejando que mi mirada y pensamientos se perdieran en el infinito… guardo muy buenos recuerdos de aquella época, en especial porque conocí a mucha gente que me marcó para siempre en eso de las relaciones humanas… uno de ellos fue un norteamericano de inagotables anécdotas llamado Henry…

2.
Lo conocí a través de E: ella se había hecho cargo de un restaurant con alberca al que solían llegar turistas europeos y algún yanqui despistado… en una de esas travesías Kevin y Henry llegaron en búsqueda de mi amiga y ahí fue donde entablamos amistad…

Con Kevin la relación fue a secas: consumía mezcal y cocaína en exceso, lo que provocaba que nuestras conversaciones fueran de alguna manera tensas, mientras que Henry solía alternarse apaciblemente entre la marihuana y la cerveza… en varias ocasiones estuve a punto de liarme a golpes con Kevin por su carácter violento e hiperactivo, pero era el novio en turno de E y ella siempre intervenía por él… sin embargo el hiperactivo yanqui tenía un punto a su favor: cuando estaba sobrio era muy divertido…

Henry por su parte era un veterano de la guerra de Vietnam, pensionado y con una esposa y dos hijas que vivían apaciblemente en California en una preciosa casa con gran jardín (por aquel entonces yo estaba aún fresco de mis vivencias en Los Ángeles), por lo que su plática relacionada con los rumbos angelinos me era más que familiar…

En Oaxaca él vivía en un camper, mismo que limpiaba afanosamente todas las mañanas antes de tomar su desayuno: una cerveza en la que vertía dos blanquillos… colocaba un par de sillas fuera de su pequeño tráiler, montaba una pequeña lona y ahí me esperaba hasta que yo, resaca en mano por las aventuras nocturnas del día anterior, llegaba y conversaba con él de interminables temas…


Henry no hablaba bien nuestro idioma, pero hacía el esfuerzo por hilar ideas con él, así que nuestras pláticas siempre fueron una curiosa mezcla en inglés y español hasta que decidí enseñarle hablarlo un poco, el cual aprendió con sorprendente facilidad… 
 
Para mi lo enriquecedor de nuestras conversaciones era escuchar sus anécdotas relacionadas con la guerra de Vietnam, la descripción de la increíble selva del país asiático, pero lo mejor: las incontables veces que salvó la vida en una guerra que él mismo definía como incomprensible… a su regreso del conflicto bélico Henry se volvió hippie y vio transcurrir su vida entre Canadá y Estados Unidos de manera intermitente…

A cambio de sus historias yo le explicaba del injustificado horror que solía inspirar Oaxaca a los extranjeros, sobre todo por las imprecisas leyendas que rodeaban a los aztecas y los mayas (aunque en realidad esas tierras fueron habitadas desde siempre por mixtecos, zapotecos, triquis y demás etnias)…

Siempre respetuoso, jamás olvidaré aquella vez en que al calor de las cervezas le pregunté:

- alguna vez mataste a alguien cuando estuviste en Vietnam? - a lo cual abrió exageradamente sus ojos, clavó la mirada en el suelo y guardó silencio durante un rato hasta que me respondió en su relajado inglés…
- no lo sé… yo tomaba mi arma, apuntaba, cerraba los ojos y apretaba el gatillo: nunca investigué que había pasado después del disparo…

Cierta mañana llegué al tráiler de Henry y le di dos regalos: una excelente traducción del libro “Las venas abiertas de América Latina”, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, junto con una recopilación de exponentes de música africana llamada “The Indestructible Beat Of Soweto”… dispuesto siempre a conocer cualquier manifestación cultural ajena a los yankis, los recibió con mucho agrado prometiendo que me daría su opinión sobre ambos…

El norteamericano no sabía de carencias, aunque en su modo de vivir no había la jactancia de ser una persona rica… él me confío el origen de su patrimonio: había encontrado petróleo en uno de los terrenos que el propio gobierno yanqui le facilitó comprar cuando regresó de la guerra… de lo que obtenía por la extracción del hidrocarburo obtenía lo necesario para que él y su hija vivieran cómodamente en una gran casa ubicada en Los Ángeles y de paso para que a él tampoco no le faltara nada…

Su relación con Kevin era por demás extraña: si bien los dos eran yankis, no se llevaban bien precisamente por el carácter explosivo del primero… recuerdo bien una anécdota en la que una noche de copas propusimos una excursión al siguiente día a X Lagunas bellísimas: todo iba bien salvo que Kevin estaba demasiado borracho por lo que yo le dije a Henry:

- este tipo no va a dejar de tomar en toda la noche: mejor nos olvidamos del paseo - a lo que el exmilitar estuvo de acuerdo…

Llegada la madrugada todos nos despedimos, pero Kevin cuestionó la hora de partida al siguiente día, a lo que Henry le explicó que lo posponíamos pues calculaba que la borrachera no se le bajaría pronto, palabras que provocaron una airada discusión que terminó con el joven Kevin (cruzado con mezcal y cocaína) soltándole a su compatriota un “fuck you”, quien se puso de pie encarándolo y exigiéndole un: “no, fuck you NO”… todos nos fuimos a dormir, pero antes de irme Kevin me soltó un “fuck you, cobard”, lo que provocó que yo me regresara, lo mirara fijamente y le dijera: ”fuck you too, ass hole”, más no me sostuvo la mirada y se fue… al siguiente día Henry no se dejó ver, mientras que Kevin llegó al medio día al restaurant de mi amiga y me saludó como si nada hubiera sucedido…

3.
Una tarde, mientras el sol se escondía y Henry y yo disfrutábamos de unas cervezas, lo interrogué:

- tengo una pregunta – le dije – aunque aclaro que tienes el derecho a no responderla porque quizá sea algo muy personal… sin embargo, te la quiero plantear porque me tiene intrigado…
- pregúntame lo que gustes…
- cómo es que tú vives acá en Oaxaca y tu esposa y tus hijas en Estados Unidos? – mi amigo soltó una carcajada sincera, pero se sumió en un largo silencio antes de responderme…
- ellas viven tranquilas allá – explicó – y yo soy feliz aquí: así estamos todos contentos…


Se me quedó viendo y tras darse ánimo soltó…

- yo también te quiero cuestionar algo…
- adelante – lo animé…
- por qué no fumas marihuana?

Ahora fui yo el que soltó una carcajada… destapé otra cerveza, le di un trago y le expliqué…

- odio la marihuana: me pone histérico… la única vez que la fumé no me gustó…
- la vida es para disfrutarse – aseveró como si estuviera develándome un gran secreto…
- lo sé, por ello prefiero la cerveza…
- sí, es muy rica… aunque en realidad el efecto de todo lo que consume cada ser humano depende del estado de su alma…

4.
La partida de Henry fue un tanto extraña: en uno de mi viajes a Oaxaca apenas llegué y E me dio la noticia de que había desaparecido y en su explicación se limitó a decir que de un día para otro su camper amaneció cerrado… pasaron varios días y nadie sabía nada, por lo que decidieron pedir a un cerrajero lo abriera, preocupados que por su edad hubiera sufrido algún infarto o algo parecido, más resultó que el pequeño tráiler estaba vacío: días después alguien presumió que Henry le había vendido todas sus pertenencias en una cantidad ridícula antes de irse con rumbo desconocido:

- seguramente a Canadá – expliqué a E – pues él siempre me decía que quería comprar una casa con un gran jardín para cultivar hortalizas…
- igual y después lo vemos de regreso por estas tierras – se esperanzó ella…
- quizá: ya sabes que con los yanquis todo puede suceder…
- por cierto – comentó mientras buscaba en su bolso de mano – te conseguí este libro, quizá te interese…
- déjame verlo – avisé al tiempo que lo tomaba y al ver la portada descubrí que era el de “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano… en algún momento el perverso pensamiento de que fuera el ejemplar que le había regalado a Henry cruzó por mi cabeza, pero al revisarlo descubrí que estaba bastante maltratado y era una edición más antigua auqnue tuviera la misa portada… le sonreí a mi amiga y le pregunté cuánto dinero pedía por él…

5.
Durante mucho años Henry fue tema de conversaciones entre quienes lo conocimos, hasta que sucedió lo obvio y pasó casi al olvido… y digo casi porque fue tan agradable conocerlo que con el tiempo, y tras mucho insistir por parte de mis amigos de una segunda parte de mi primera novela, la escribí transportando su divertidísima trama a Oaxaca a ritmo de blues, reggae y world beat, haciendo que mi amigo Henry apareciera como uno de los personajes que más diversión me provocó al desarrollar…

1 comentario:

Unknown dijo...

Me encantan sus historias existencialistas hermano, pues siempre hay en ellas una enseñanza, la cual y por supuesto está oculta entre las líneas de lo que pudiera parecer a otros solo un relato anecdótico. Un abrazo desde Venezuela.